Paseo por el desfiladero de Delika, en el salto del Nervión, marzo.
Esta vez tocaba salida con los compañeros de Denbora, la asociación de fotografía a la que pertenezco, tras semanas de mal tiempo con frío, lluvia y nevadas. Así que llamada a los colegas del obturador inquieto ... y pito pito gorgorito dónde vas tú con tu cámara de fotos tan bonita... pues a Delika, al balcón del desfiladero en el que el salto del Nervión impresiona y sobrecoge.
Para allí que fuimos nosotros... y calculo que la mitad de Bilbao. Menos mal que madrugamos un poco para ir; si llegamos media hora más tarde y ya no aparcamos. Está claro que teníamos todos la misma necesidad de un buen paseo con baño de sol.
Recorrimos un buen tramo del río que cruza los bosques de hayas de la sierra de Gibijo, visitamos el museo de las carboneras y llegamos al mirador. La nieve caída días atrás, nos regaló un entorno precioso en el bosque, con los preciosos brillos dorados del sol matinal de las primeras horas de luz. Sencillamente precioso.
LLegar al mirador y sobrecogerse es como un acto reflejo. Te sientes ínfimo como cuando recorres alguna de las rutas de los picos de Europa. Paredes inasumibles y rocas que nos comparan a elementos de tamaño atómico.
Fotografiar el salto del Nervión es inabordable. Por más ojo de pez que lleves, la fotografía te muestra algo que no es lo que ves, por el tamaño. A pesar de incluir personas en el encuadre, se pierde la realidad del tamaño. Es impresionante y de visita obligada.
Los montañeros que había en el borde, para descender la pared haciendo rapel, quedaban muy bien para comparar el tamaño y referenciar las distancias y volúmenes... pero hay que estar "colgado" (nunca mejor dicho) para bajar por ahí.
Gran paseo, buenas fotografías y mejores recuerdos.