Paseo matinal por Gasteiz. Diciembre.
Aprovechando la ocasión por un trabajo que me demandaba un par de días en Vitoria, dediqué la mañana del domingo para darme una buena caminata por el centro histórico de la capital alavesa. Siempre que vengo, es con el tiempo justo para venir, trabajar y marchar... sin poder dedicarle la atención que merece esta preciosa ciudad, que desconozco bastante para todas las veces que he estado en ella.
Como es habitual en mis escapadas, fui armado de mis inseparables focales fijas: 28 mm., 50 mm. y 135 mm., con las que como fotógrafo cubro mis necesidades habituales y disfruto de esta pasión.
Caminé durante unas cuatro horas por calles, plazas, descubriendo rincones, esculturas, miradores y cantidad de detalles dignos de una preciosa postal. Lástima que el tiempo muy revuelto no acompañó en ocasiones. A veces con claros en el cielo a través de los cuales el cálido y lateral sol de invierno pintaba de relieve todas las escenas. Otras, las más, se cubría por completo obligándome a resguardarme de la lluvia, perdiendo ese relieve tan deseado de la luz del sol de invierno.
No fui preparado para fotografía arquitectónica, la verdad… ni trípode, ni filtros (a parte de mis inseparables polarizadores)… era más el deseo de conocer la ciudad con la excusa de las fotografías. Eché de menos el 20 mm., los filtros degradados y el 300 mm. para detalles arquitectónicos que me llamaron la atención. La lente más larga que llevé, el 135 mm., tan adorado para los retratos, se quedaba demasiado corta en algunos planos que me hubiese gustado intentar con la ayuda del trípode. Pero estamos en lo de siempre y "todo" no puede ser sin unos sacrificios mínimos.
Misión cumplida; me di un buen paseo, conocí a una pareja encantadora a la que desde aquí mando un fuerte abrazo, descubrí un poco más la ciudad y me llevé una buena colección de postales. Imagino que no he descubierto la pólvora y serán escenas repetidas miles de veces… bueno, me apetecía tener mi propia versión de ellas.